“Agradezco a Dios por permitirme cumplir y ser parte de un grupo muy grande”

Sciurano aseguró que “para que esto sea exitoso tiene que ser masivo, y la gente se enganchó y participó. Las chicas del CAAD me contaban cómo incrementaron los depósitos, que nos permitieron llegar a este número”.

 
Luego de la hazaña, contó: “El cuerpo está un poquito maltratado. Estoy muy contento por todo lo que pasó. Fundamentalmente por la reacción de la gente con el CAAD y el número que todos conocimos. Se recaudaron 765 millones de pesos. Eso hace que valga la pena cualquier sacrificio, para que encontremos un canal para hablar de estos temas, que son tan necesarios”.

 
“Viendo las caras de los chicos del CAAD y de los docentes, después de todo lo que pasó, tuve una sensación de que había valido la pena para que nos demos los tiempos para pensar cómo ayudar a gente que nos necesita. Tendremos que seguir buscando alternativas para que la sociedad pueda canalizar para dar una mano y hacerlo de manera contundente como el otro día”, enfatizó.

 
No obstante, reconoció que “deportivamente fue muy duro. Hace un mes me apareció una lesión que ya conozco. Es una periostitis. La última vez que corrí de verdad fue el 14 de septiembre y luego el 12 de octubre. Estuve un mes sin poder correr. Yo sabía que iba a sufrir y la iba a pasar mal. Hace años que hago deportes y sé que cuando no tenés la preparación adecuada vas a pagar el precio. Eso hizo que sea una ultra muy sufrida”.

 
Y agregó: “Sufrí mucho desde el primer día. Sabía que tenía que cubrir determinadas distancias para cumplir con los tiempos previstos. Me animo a decir que pude sentirme más relajado cuando llegamos a Cerro Castor. Esa noche dormí ahí. El día había arrancado en Villa Marina y habíamos cruzado la Cordillera. Ese día fueron 37 kilómetros y, cuando estaba llegando al mirador del Lago Escondido decidí que quería llegar al Cerro. Me dolía bastante”.

 
Según Sciurano, buscaba llegar al Cerro Castor porque es una zona conocida: “Había entrenado mucho en ese lugar. Es mi casa, también, y me permitía volver a encontrarme con mi mujer y los chicos. Fue un día duro, pero fue un punto de quiebre en el que sentí que íbamos a llegar bien”.  

 
También recordó que al inicio de la campaña, “los primeros 10 u 11 kilómetros fueron con viento de frente, cuando salí de Río Grande. Me ayudó la emoción de la salida” y ponderó que “la gran diferencia de esta ultra con las anteriores tiene que ver con el espacio familiar. En la otra, mis chicos eran chicas, pero en estas ya son grandes. Poder compartirlo con ellos fue único”.

 
“Estos días repienso todo lo que estuvo pasando. Ha sido inolvidable por sobre el resto de las ultramaratones. Tuvo una carga personal, emocional y familiar que va a ser inolvidable. El resto de mi vida va a estar conmigo”.

 
Consultado por el desafío mental que implica una hazaña de este tipo: “Siempre pienso en el kilómetro que tengo delante. Cuando cubro en el que voy, pienso en el después. Es un proceso difícil de entender. Es la mecánica que logré luego de recorrer distancias de estas características. Yo a los kilómetros los corro de a uno. Tengo un objetivo que no me saco de la cabeza. Por suerte pude cumplir cada uno”.

 
Al primer día de jornada, se hicieron virales las imágenes de su recuperación en un piletón: “Era agua fría con hielo. Yo venía corriendo con mucho dolor. Cuando paraba, incluso para hidratarme, el cuerpo se me ponía duro. Me tenían que ayudar a subir y bajar las escaleras. Cuando el día terminaba, Tato, el kinesiólogo, me ayudaba. Una de las medidas era meterme en ese cubo de agua helada para deshincharme. Quiero agradecer a la gente de la Clínica San Jorge, porque estuve para tratarme. Lo que se vio lo hice todos los días, hasta que llegué acá”. narró.

 
El corredor puso en valor la recepción de las y los fueguinos: “Es verdad que la gente fue impresionante: bocinazos, aplausos y besos. Ni hablar de cuando llegamos al CAAD, por la multitud de gente que había. Fue muy emocionante. Pude descomprimir toda la presión que había. Ver que estábamos con todos me hizo muy feliz. Cuando vimos el cheque, dije ‘fue todo perfecto’”.

 
Por último, Sciurano subrayó que su amor por el CAAD “es real, profundo”: “Mi admiración es genuina. No hay ninguna otra cuestión vinculada a esto y creo que lo percibió la gente. No es algo que tenga incorporado como para repetir. Uno no es dueño del destino”, culminó.