El cuerpo nos habla: así es como podemos aprender a escucharlo

Las dificultades que no somos capaces de verbalizar encuentran su vía de escape en forma de síntomas físicos. El cuerpo nos está diciendo algo y conviene que lo escuchemos.

Opinión 16 de abril de 2021 Identidad Noticias
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Existe una antigua frase que nos dice: el cuerpo al comienzo susurra, después habla, finalmente grita y al no ser escuchado se calla para siempre.

Generalmente, eso ocurre porque la distracción producida por la cantidad de estímulos externos que recibimos constantemente, nos impide percibir estas señales internas. Además, es habitual que, si tenemos una molestia o dolor, busquemos inhibir de inmediato el síntoma sin analizar las causas del problema, ingiriendo algún analgésico de entre las muchas marcas que se nos ofrecen a través de la publicidad.

Dejo en claro que no estoy proponiendo soportar malestares. Considero muy útil el uso de calmantes, pero sería prudente comprender lo que nos pasa, antes de recurrir a la analgesia del fármaco que nos ofrece bienestar inmediato pero muchas veces enmascara los síntomas y no soluciona las causas.

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Lo más probable es que al leer esta columna te encuentres sentado en la misma posición, desde hace varias horas. Intentá autoobservarte y analizá cómo estás sentado. Prestá atención a la posición de la espalda, de la columna vertebral, del cuello y de los hombros. Te propongo parar todo lo que estés haciendo durante un minuto, enderezarte, inspirar profundo y elevar y extender los brazos realizando una elongación intensa de los músculos de la espalda, de la columna vertebral y del cuello, desperezándote con placer.

Es probable que al comienzo te cueste hacerlo, pero al bajar los brazos habrá una agradable sensación de bienestar. El acto de desperezarnos, que se denomina pandiculación, es instintivo. Generalmente, al estirarnos surge la necesidad de bostezar, dado que es parte de la necesidad instintiva de llevar más oxígeno a los pulmones y músculos. En consecuencia, nuestro cuerpo nos proporciona placer como una manera de agradecernos por haberlo escuchado.

Necesitamos incorporar pausas activas a lo largo del día. Destinar unos minutos de cada hora para movernos con placer y ejercitar la respiración. De esta forma podremos aliviar las tensiones musculares y evitaremos contracturas o molestias mayores. Esos minutos invertidos serán recuperados en forma de mayor productividad y mejor humor.

Es habitual que cuando estamos concentrados, tal vez entretenidos frente a la computadora, perdamos referencia del tiempo y entremos en un estado de acostumbramiento a la posición física, incluso si es inadecuada. En consecuencia, ignoramos los mensajes que nos hace llegar el cuerpo en forma de sensaciones. Por ello, el cuerpo insiste y envía más señales, elevando la intensidad de la molestia. Otras veces se nos olvida el horario del almuerzo, o pasamos horas sin beber agua. Incluso reprimimos la necesidad de ir al baño hasta que la sensación de urgencia nos obliga a dejar todo y correr.

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Cada día nos despertamos, nos sentamos para desayunar, nos sentamos (si podemos hacerlo) para viajar a nuestro lugar de trabajo, pasamos cantidad de horas sentados en el ámbito laboral y no siempre en posiciones adecuadas, regresamos sentados a nuestros hogares, nos sentamos a ver televisión, nos sentamos para cenar, y dormimos para repetir la rutina al día siguiente. Al analizarlo desde esta perspectiva, es fácil entender por qué el sedentarismo crece en forma preocupante cada año. Prácticamente vivimos sentados.

Podríamos decir que el cuerpo se observa como un objeto al cual no estamos integrados. Un elemento sobre el que no existe conciencia y al que solo comenzamos a prestar atención cuando deja de funcionar normalmente.

Tengamos en cuenta que, si nos acostumbramos a sentir menos, inhibiremos las sensaciones de malestar, pero también las de placer. Somos seres físicos y necesitamos estar plenamente integrados, por medio de las sensaciones, a este vehículo que nos transporta y conecta.

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