Pobreza en la Argentina: el drama sin fin que afecta a 7 millones de niños y a más de 13 millones de jóvenes y adultos

La proyección al total país de los datos del Indec del último trimestre 2020 para el conjunto de 31 aglomerados urbanos arrojó que, en sólo tres meses, 3 millones de personas dejaron de acceder plenamente a la compra de la canasta básica de alimentos y servicios

Economía 24 de mayo de 2021 Franco Centurión Franco Centurión
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La pobreza por ingreso duele y mucho, más aún cuando se expande a un ritmo de más de 10 veces la tasa de crecimiento de la población, porque no sólo se deteriora año tras año el poder de compra de las remuneraciones, haberes jubilatorios y las ayudas dinerarias que a través de diversos programas administra el poder central, por la erosión que ejerce la aceleración de la inflación, se cierran fuentes de trabajo, y el Gobierno piensa más en imponer regulaciones y prohibir o suspender exportaciones de sectores con alta productividad y competitividad, como es la producción primaria y la agroindustria, que en generar incentivos para revertir décadas de estancamiento.

El pasado 31 de marzo el Indec informó que la Encuesta Permanente de Hogares había arrojado para el promedio del segundo semestre de 2020 un salto de la pobreza a 42% de la población urbana, desde 35,6% un año antes cuando nadie, o muy pocos, alertaba de la llegada de la pandemia de covid-19. Pero, un mes y medio después, el organismo publicó los microdatos” desagregados por trimestre, los cuales, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA), dieron cuenta de una realidad notablemente peor: entre octubre y diciembre la población que no contó con los ingresos suficientes para comprar la canasta plena de alimentos y servicios básicos se había incrementado en la proyección al total país en 3 millones de personas, a 20,53 millones, pasó de 38,8% a 45,2% del total de habitantes del universo relevado.

Muchas veces, a efectos de no alarmar a los políticos, y en base a fundadas razones de manejo de estadísticas, se aconseja no “extrapolar” los datos de los 31 aglomerados urbanos que representan el 63% de la población al resto del país. Sin embargo, la singular heterogeneidad de la geografía nacional y de la densidad demográfica en cada una de las jurisdicciones relevadas permite desatender esa observación, y alertar mejor sobre la gravedad de una realidad que duele, porque no se trabaja para revertirla, con planes integrales de corto, mediano y largo plazo.

Más aún cuando en plena crisis económica y sanitaria, el Poder Ejecutivo, gran parte del Legislativo, e incluso en el sistema judicial, se malgasta tiempo en cuestiones institucionales que escapan a las urgencias y preocupación de la población, como la pérdida de días de clases y la incorporación en sólo 3 meses de casi 1,1 millones de niños de hasta 14 años al estado de pobreza. Subió a 62,9% de ese universo, con extremos de 72,7% en los partidos del conurbano bonaerense, y ya significa más del 15% del total de habitantes en la Argentina.

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Efecto extendido a todos los niveles educativos

La ola expansiva de la pobreza fue tan grande en el último año, en particular en el último trimestre, que no sólo golpeó con dureza a los sectores de alta vulnerabilidad como los que registran un bajo clima educativo -menos de 11 años de concurrencia a la escuela-, sino que se extendió hasta la franja de los universitarios con diploma en más, y en algunos casos con cursos adicionales, porque la puerta de entrada al mercado laboral se vio demorada en unos casos, interrumpida en otros, y en algunos casos fueron despedidos o perdieron emprendimientos individuales, por el aislamiento extremo.

El director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, dijo a Infobae a comienzos de la semana: “Eso se debe en parte a la caída del ingreso real de los asalariados, como también de los autónomos e independientes calificados o semicalificados, como profesionales y técnicos, incluso sin diferencias entre jefes y jefas, porque muchas veces son las mujeres las que están en situación más vulnerable, porque ya no fue tanto el efecto de la caída del empleo, como que las remuneraciones ya no les alcanza para cubrir las necesidades del hogar”.

Y agregó: “En ese contexto es que vamos a un empobrecimiento de los sectores bajos y medios bajos; de jóvenes con niveles técnicos y profesionales, pero también de adultos calificados y semicalificados, porque ya los otros segmentos estaban caídos en la pobreza, y estos fueron los que se incorporaron ahora”.

 Fuente: Infobae

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